sábado, 21 de diciembre de 2013

Alejandra Pizarnik


Anoche bebí demasiado porque comí con unos idiotas, unos arquitectos, con sus mujercitas, que hablaban de aviones y del servicio militar en todos los países del mundo. Eran muchachos de veinticuatro a treinta años. Odio a la gente joven, seria y estudiosa; con su porvenir abierto y sus miserables deseos de automóviles y departamentos. Los únicos jóvenes que acepto son los bizcos, los cojos, los poetas, los homosexuales, los viudos inconsolables, los frustrados, los obsesionados, sean condes o mendigos, comunistas o monárquicos, mujeres, hombres, andróginos o castrados.

(Diarios)

domingo, 22 de septiembre de 2013

Cesare Pavese


24 de abril

 Es preciso haber sentido la manía de la autodestrucción. No hablo del suicidio: gente como nosotros, enamorada de la vida, de lo imprevisto, del placer de "contarla", sólo puede llegar al suicidio por imprudencia. Y además, el suicidio aparece ya como uno de esos heroísmos míticos, de esas fabulosas afirmaciones de una dignidad del hombre ante el destino, que interesan estatuariamente, pero que nos dejan abandonados a nosotros mismos. 

El autodestructor es un tipo más desesperado y utilitario al tiempo. El autodestructor se esfuerza por descubrir en su interior cualquier lacra, cualquier cobardía, y por favorecer estas disposiciones a la anulación, buscándolas, embriagándose con ellas, disfrutándolas. El autodestructor está en definitiva más seguro de sí que cualquier vencedor del pasado, sabe que el hilo del apego al mañana, a lo posible, al prodigioso futuro, es un cable más fuerte -tratándose del último empujón- que no sé cuál fe o integridad. 

 El autodestructor es sobre todo un comediante y un dueño de sí. No desperdicia ninguna oportunidad de sentirse y de probarse. Es un optimista. (…)

 Es preciso observar bien esto: en nuestros tiempos, el suicidio es un modo de desaparecer, se comete tímidamente, silenciosamente, chatamente. No es ya un hacer, es un padecer. ¿Quién sabe si volverá aún al mundo el suicidio optimista?

(El oficio de vivir)

viernes, 20 de septiembre de 2013

Camilo José Cela


Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya. 

 (La familia de Pascual Duarte)

jueves, 19 de septiembre de 2013

Groucho Marx


Personalmente, no veo por qué un hombre no puede tener perro y mujer. Además, si sólo se está en condiciones de costear a uno de los dos, aconsejo quedarse con el perro porque, por ejemplo, si un perro lo ve a uno jugando con otro perro, ¿acaso corre a su abogado y le ladra que su matrimonio ha fracasado y que quiere seiscientos huesos al mes en concepto de manutención, un buen coche y la casa de cuarenta mil dólares que aún tiene una hipoteca de diecinueve mil? (…)

 Pero volvamos al meollo de la historia. El mejor animal doméstico en cualquier época del año es una corista sencilla y sin pedigrí. Al igual que sucede con el gato de angora, la corista permanece fiel a cualquier hombre que la mantenga. Sin embargo y por desgracia, la semejanza termina ahí, ya que mientras uno puede llevar al sótano al gato de angora para darle un tazón de leche, la corista insiste en ir a cenar al Pavillon o al Club 21, donde una cena para dos personas cuesta unos sesenta y ocho dólares, sin contar la propina del camarero. 

Está claro que una corista no es el animal de compañía de un hombre pobre; sin embargo, algún día me gustaría tener una.

(Memorias de un amante sarnoso)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Thomas de Quincey


Llevados por un instinto natural, la culpa y el sufrimiento se retraen de la mirada del público: solicitan el retiro y la soledad y hasta cuando eligen una tumba se apartan a veces de la población general de los cementerios, como si renunciaran a su lugar en la gran familia del hombre y desearan humildemente expresar soledades de penitencia.

 (Confesiones de un inglés comedor de opio)

martes, 17 de septiembre de 2013

Jean Cocteau


Mi madre había muerto al traerme al mundo y siempre había vivido frente a frente con mi padre, hombre triste y encantador. Su tristeza era anterior a la pérdida de su mujer. Incluso en la felicidad se había sentido triste y ésa es la razón por la que a su tristeza le buscaba yo raíces más profundas que su duelo. 

 El homosexual reconoce al homosexual como el judío al judío. Lo adivina bajo la máscara, y yo me encargo de descubrirlo entre las líneas de los libros más inocentes. Esta pasión es menos sencilla de lo que suponen los moralistas. Porque, así como existen mujeres homosexuales, mujeres con aspecto de lesbianas, pero que buscan a los hombres de la especial manera en que los hombres las buscan a ellas, también existen homosexuales que se ignoran a sí mismos y viven hasta el fin en un malestar que le achacan a una salud débil o a un carácter sombrío. 

 Siempre pensé que mi padre se me parecía demasiado como para diferir en este punto capital. Es probable que ignorase sus inclinaciones y en lugar de ir cuesta abajo, iba penosamente cuesta arriba sin saber lo que le hacía la vida tan pesada. De haber descubierto los gustos que nunca encontró la ocasión de hacer florecer y que se me revelaban por frases, por su forma de caminar, por mil detalles de su persona, se habría ido de espaldas. En su época la gente se mataba por menos. Pero no; él vivía en la ignorancia de sí mismo y aceptaba su fardo. 

 Es posible que yo deba mi presencia en este mundo a semejante ceguera. Lo deploro, pues a cada quien le habría ido mejor si mi padre hubiese conocido las alegrías que me hubiesen evitado algunas desdichas.

(El libro blanco)

viernes, 13 de septiembre de 2013

Pedro Lemebel


Manifiesto (Hablo por mi diferencia)

No soy Passolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia (…)

Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor
En estas condiciones
Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice:
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Superbuena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ríen
Tengo cicatrices de risas en la espalda (…)

Mi hombría fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombría es aceptarme diferente
Ser cobarde es mucho más duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compañero
Y esa es mi venganza
Mi hombría espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento. (…)

jueves, 12 de septiembre de 2013

Marco Tulio Aguilera Garramuño


Aquiles quiere todas las noches, antes de dormirse, un polvito no muy elaborado, apenas para dar fin a las reservas de vigilia que el trabajo en la oficina, las rutinas del café, los amigos y el periódico, no logran agotar. Su esposa, tres de cada cuatro noches, cansada e inapetente, derrotada por los afanes hogareños, la ansiedad de la espera y la tensión que suscitan en ella las telenovelas caprichosas e interminables, se derrumba sobre la cama, no sin haber cumplido con los rituales que el terco Mamuma se empeña en repetir antes de conciliar el sueño. Vestida a veces o con el pijama a medio camino, su cuerpo hecho una bella e inútil madeja, enternece y molesta, despierta el deseo y lo apaga con la inocencia de los indefensos. Lo que tiene de niña le salta entonces como un duende al rostro, allí se instala e ilumina la expresión sosegada y risueña de sus labios, los rasgos de muñeca vagamente oriental, las largas y densas pestañas, el pelo negrísimo felizmente desordenado en contraste con la palidez rosácea de las mejillas. La muy puta, piensa cariñosamente Aquiles, sabe desarmarme con su mejor pose. Pero no. No es ésa la mejor. Basta que abra los ojos para que la obra de arte de su rostro alcance la plenitud, el equilibrio magnífico, la turbadora belleza que no han logrado opacar los años ni soslayar la costumbre. (...)

 (La noche de Aquiles y Virgen)

Marguerite Yourcenar


Querido Marco:

    He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendí sobre un lecho luego de despojarme del manto y de la túnica. Te evito detalles que te resultarían tan desagradables como a mí mismo, y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara a morir de una hidropesía del corazón. Digamos solamente que tosí, respiré y contuve el aliento conforme a las indicaciones de Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido progreso de la enfermedad, y pronto a descargar el peso de la culpa en el joven Iollas, que me atendió durante su ausencia. Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre. El ojo de Hermógenes sólo veía en mí un saco de humores, una triste amalgama de linfa y de sangre. Esta mañana pensé por primera vez en mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo. (...)


 (Memorias de Adriano)

lunes, 9 de septiembre de 2013

Armando Buscarini


Once años antes de que Armando Buscarini falleciera como consecuencia de una tuberculosis escribió este disparatado testamento dirigido al rey Alfonso XIII bajo la amenaza de su inminente suicidio: 

Señor: 

 Perseguido por las injusticias de la sociedad que me negó el sustento, el trabajo, el cariño y la fama; acorralado por la multitud de enemigos, envidiosos de mi Arte, que se cebaron en mis actos privados para hundir y exterminar mi genialidad y aniquilar los proyectos grandiosos que tenía para el futuro; habiendo sido arrollado y asesinado en el Departamento de Dementes del Hospital Provincial, donde se me secuestró en tal día como hoy, 22 de mayo, por medio de cuatro hombres, y mi señora madre que ayudó a ellos; viéndome perdido completamente, es decir, con vida insegura, puesto que la aguja finísima que colocaron entre el pan taladró el corazón al tomar el camino de un divertículo que en la garganta tenía y que previamente habían observado con los rayos X médicos enemigos y cómplices de mi madre; comprendiendo, en definitiva, que mi situación en el mundo es desesperada puesto que además de vivir con poca vida me veo privado de la libertad, de las comodidades y de los placeres, he decidido eliminarme por medio del ácido prúsico que ingeriré hoy mismo; o, en su lugar, por medio de una cuerda: es decir, ahorcándome. Como el hecho violento que pienso realizar ha de repercutir en todo el país produciendo la natural expectación, espero de Su Majestad el Rey Don Alfonso XIII y de la Reina Doña Victoria Eugenia la completa rehabilitación de mi memoria mancillada, el reconocimiento absoluto de mi talento y condiciones formidables de artista y cincelador de maravillas, por medio de un gran monumento que se erija en una gran plaza pública. (...) 

 Y al mismo tiempo EXIJO de la JUSTICIA HUMANA el encarcelamiento de mis asesinos y la ejecución en público de la persona que colocó la aguja, origen del asesinato de que fui víctima. (...) Se ha robado una especie de Goya literario, a quien deben rendir tributo todos los españoles. (...) 

 Y como no se puede robar nada ni distraer nada al porvenir común, espero la reparación, no sólo por parte de España, sino por parte de todos los países, incluyendo América; y al mismo tiempo deseo que de mis poemas se hagan ediciones soberanas con láminas y cromos de colores; y deseo que se divulguen mis versos por toda la redondez de la tierra, para que de esta manera, traducidos a distintos idiomas, sean conocidos en todas las lenguas. (...) 

 Deseo que mi cadáver vaya envuelto en la bandera española, puesto que yo fui siempre un gran patriota, y deseo, además, que se me digan inmensidad de misas para la completa salvación de mi alma, ya que el hombre, como tal, fue bastante pecador. 

 Valladolid, 20 de mayo de 1930, en el Manicomio Provincial.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Luis Buñuel


Durante los diez últimos años de su vida, mi madre fue perdiendo poco a poco la memoria. A veces, cuando iba a verla a Zaragoza, donde ella vivía con mis hermanos, le dábamos una revista que ella miraba atentamente, de la primera página a la última. Luego, se la quitábamos para darle otra que, en realidad, era la misma. Ella se ponía a hojearla con idéntico interés.

 Llegó a no reconocer ni a sus hijos, a no saber quiénes éramos ni quién era ella. Yo entraba, le daba un beso, me sentaba un rato a su lado —físicamente, mi madre gozaba de muy buena salud y hasta estaba bastante ágil para su edad—; luego salía y volvía a entrar. Ella me recibía con la misma sonrisa y me invitaba a sentarme como si me viera por primera vez y sin saber ni cómo me llamaba.

 Cuando yo iba al colegio, en Zaragoza, me sabía de memoria la lista de los reyes godos, la superficie y población de cada Estado europeo y un montón de cosas inútiles. (…) Pero, a medida que van pasando los años, esta memoria, en un tiempo desdeñada, se nos hace más y más preciosa. Insensiblemente, van amontonándose los recuerdos y un día, de pronto, buscamos en vano el nombre de un amigo o de un pariente. Se nos ha olvidado. A veces, nos desespera no dar con una palabra que sabemos, que tenemos en la punta de la lengua y que nos rehúye obstinadamente.

 Ante este olvido, y los otros olvidos que no tardarán en llegar, empezamos a comprender y reconocer la importancia de la memoria. 

 (Mi último suspiro)

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Raúl González Tuñon


Una tarde por el ancho rumor de Montparnasse por ese aire de provincia tan confianzudo y claro –cada ventana paga su pedazo de sol con una canción-, anduve bebiendo el buen vino rojo y alegre como una canción, rojo y alegre como una revolución.

 Y entonces, pensé: ¿qué haré ahora de mi vida? Tengo dos amigos, un saxofonista y un vendedor de globos.

 Ellos me han dicho: viene el invierno y eso es terrible. Los gatos se calientan al sol pero un hombre necesita de la buena lumbre, de la buena carne y de la mujer siquiera dos veces a la semana.

 Algunas mujeres me han detenido en Montmartre pero me piden cigarrillos y cien francos y yo solo puedo darles ágiles besos casi inéditos y hablarles de mi país sin que ellas me comprendan y decirles que Blanca Luz está en México sin que ellas me pregunten quién es Blanca Luz. (...)

 (Escrito sobre una mesa de Montparnasse)

David Mamet


Los policías aprecian tanto su posición como guardianes de la paz y protectores del pueblo que en alguna ocasión han llegado a matar a palos a aquellos ciudadanos o grupos que ponen en tela de juicio esta posición. 

 (Una profesión de putas / Algunas reflexiones sobre el escribir en restaurantes)

Walter Serner


Si de repente no tienes más fuerzas para mentir, sé cruel al menos. 

 (Manual para embaucadores)

Luis Buñuel


En la época del surrealismo, era costumbre entre nosotros decidir definitivamente acerca del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, de lo bello y de lo feo. Existían libros que había que leer, otros que no había que leer, cosas que se debían hacer, otras que se debían evitar. (…) 

Aconsejo a todo el mundo que haga lo mismo algún día. (…) 

 Me ha gustado Sade. Tenía más de veinticinco años cuando lo leí por primera vez, en París. (…) 

Los 120 días de Sodoma se editó por primera vez en Berlín, en una tirada de muy pocos ejemplares. Un día, vi uno de esos ejemplares en casa de Roland Tual, donde me encontraba en compañía de Robert Desnos. (…) Me lo prestó: Hasta entonces, yo no conocía nada de Sade. Al leerlo, me sentí profundamente asombrado. En la Universidad, en Madrid, no se me había ocultado en principio nada de las grandes obras maestras de la literatura universal desde Camoens hasta Dante y desde Homero hasta Cervantes. ¿Cómo, pues, podía yo ignorar la existencia de este libro extraordinario, que examinaba la sociedad desde todos los puntos de vista, magistral, sistemáticamente, y proponía una tabla rasa cultural? Para mí, fue una impresión considerable. La Universidad me había mentido. Otras «obras maestras» me parecían al instante despojadas de todo valor, de toda importancia. Intenté releer la Divina Comedia, que me pareció el libro menos poético del mundo, menos poético aún que la Biblia. ¿Y qué decir de Os Lusiadas? ¿De la Jerusalén libertada? 

 Me decía: ¡habrían tenido que hacerme leer a Sade antes que todas las demás cosas! ¡Cuántas lecturas inútiles! (…) 

(Mi último suspiro)

lunes, 2 de septiembre de 2013

Jose María Eça de Queiroz


De un modo sobrenatural llegó a mí la noticia de la existencia de este papel, donde una pobre horca podrida y negra relataba algunas cosas de su historia. Esta horca procuraba escribir sus trágicas Memorias. Debían ser profundos testimonios sobre la vida. Como árbol, nadie conocía tan bien el misterio de la Naturaleza; como horca, nadie conocía mejor al hombre. Nadie puede ser tan espontáneo y genuino como el hombre que se retuerce al extremo de una cuerda, ¡a no ser ese otro que se le sube a los hombros! Por desgracia, la pobre horca se pudrió y murió. (...)

(Memorias de una horca)

Michel de Montaigne


La felicidad de unos no está hecha más que de la desgracia de otros.

sábado, 31 de agosto de 2013

Jacques Rigaut


"La gente no sabe lo que se dice. No hay ninguna razón para vivir, pero tampoco la hay para morir. La única manera que se nos concede para atestiguar nuestro desdén por la vida es aceptarla. La vida no merece la pena que nos tomemos el trabajo de abandonarla. (...)"

 "(...) Acabo de acostarme, después de una velada donde mi aburrimiento no había sido más asediante que el de otras noches. Tomé la decisión y, al mismo tiempo, lo recuerdo muy claramente, articulé la única razón: ¡Y luego, zas! Me levanté y fui a buscar la única arma de la casa, un pequeño revólver comprado por uno de mis abuelos, cargado de balas tan viejas como él. (En seguida se comprenderá por qué insisto en este detalle.) Durmiendo desnudo en la cama, estaba desnudo en mi habitación. Hacía frío. Me apresuré a esconderme bajo las mantas. Levanté el percusor, sentía el frío del acero en mi boca. Es verosímil que en aquel momento sintiera latir el corazón, como lo sentía latir al oír el silbido de un obús antes de que explotara, como en presencia de lo irreparable antes de consumarse. Apreté el gatillo, el percusor bajó, el tiro no había salido. Entonces dejé el arma sobre una mesita, probablemente riendo algo nerviosamente. Diez minutos después, dormía. Creo que acabo de hacer una observación bastante importante, tanto que, naturalmente, es lógico que ni durante un instante pensara en disparar una segunda bala. Lo que importaba, era haber tomado la decisión de morir, y no que muriese". 

 (Agencia general del suicidio)

viernes, 30 de agosto de 2013

Voltaire


Hay que seguir corrigiéndose aunque tenga uno ochenta años. No me gustan los viejos que dicen: ya tengo esa costumbre. ¡Pues bueno, viejo chalado, cámbiala por otra, rehace tus versos si los has escrito y tu mal humor si lo tienes! Combatamos contra nosotros mismos hasta el último momento.

 (Al Cardenal de Bernis, 21 julio 1762)

jueves, 29 de agosto de 2013

Dylan Thomas


Me gusta escribir la palabra "sangre". Es un tipo curioso de palabra; significa demencia, entre otras cosas. El empleo frecuente de la misma forma parte de mi inclinación mental.

 (En una entrevista realizada por Harvey Breit)

miércoles, 28 de agosto de 2013

Antony Beevor


El Fuhrer nos hizo la firme promesa de sacarnos de aquí; nos lo leyó y creímos en ello firmemente. Incluso ahora aún lo creo, porque he de creer en algo. Si no es cierto ¿en qué otra cosa podría creer? Dentro de poco no tendré necesidad de primavera, verano o de algo agradable. Por lo que, abandóname a mi destino, querida Greta; toda mi vida, al menos ocho años de ella, creí en el Fuhrer y su palabra. Es terrible como dudan aquí, y vergonzoso escuchar lo que dicen sin poder responder, porque los hechos están de su parte. 

En enero cumplirás veintiocho. Eso es ser aún muy joven para una mujer guapa, y me gustaría poderte decir este cumplido una y otra vez. Me echarás mucho de menos, pero incluso así, no te aísles. Deja pasar unos meses, pero no más. Gertrud y Claus necesitan un padre. No olvides que debes vivir para los niños y no les hables demasiado de su padre. Los niños olvidan pronto, especialmente a esa edad. Fíjate bien en el hombre que elijas, toma nota de sus ojos y de la presión de su apretón de manos, como fue nuestro caso, y no te equivocarás. Pero sobre todo, anima a los niños a ser personas rectas que puedan llevar la cabeza bien alta y mirar a todo el mundo directamente a los ojos. Te escribo estas líneas apenado. No me creerías si te dijera que ha sido fácil, pero no te preocupes. No me asusta lo que se avecina. Repítete a ti misma y a los niños cuando sean mayores que su padre nunca fue un cobarde, y que ellos nunca deben serlo.

(Las últimas cartas de Stalingrado)

lunes, 26 de agosto de 2013

Miguel Torga


Desesperación, desesperación y más desesperación. Muy bien. Pero es necesario que una vez agotado el cáliz de la amargura, venga la borrachera de la esperanza.

(Canto libre del Orfeo rebelde)

sábado, 24 de agosto de 2013

Emil Michel Cioran


Vergüenza, vergüenza, vergüenza. Disputa con un comerciante, a propósito de una bombona de butano. Lo amenazo, me enfurezco de tal forma que no puedo gesticular palabra, grito, tiemblo. Y tan desatado estoy que ni alcanzo a contemplarme, a “ser consciente” de mi estado, contrariamente a lo que me sucede en mis cóleras habituales, en las que me veo salirme con la mía. 

 Pero bien sé lo que me ha puesto fuera de mí: ese comerciante al que detesto desde hace mucho, aunque no me lo haya topado más que tres o cuatro veces en total, a ese comerciante, lo noté contento de no darme la razón.

(Cuadernos / Fragmentos del 1801 al 1820)

jueves, 22 de agosto de 2013

Alexandre M. Jacob


(…) Antes que verme enclaustrado en una fábrica, como en una cárcel, antes que mendigar aquello a lo que tengo derecho, he preferido sublevarme y combatir metro a metro a mis enemigos, haciendo la guerra a los ricos, atacando sus bienes. Cierto, puedo concebir que ustedes habrían preferido que yo me sometiera a sus leyes; que, como obrero dócil y acobardado, hubiera creado riquezas a cambio de un salario irrisorio y, cuando mi cuerpo estuviese gastado y mi cerebro embrutecido, me hubiera ido a morir a una esquina de la calle. Entonces no me llamarían «bandido cínico», sino «honrado trabajador». Valiéndose de la adulación, ustedes me habrían otorgado incluso una medalla al trabajo. Los curas prometen un paraíso a sus estafados; ustedes son menos abstractos y por eso ofrecen un trozo de papel mojado. Les agradezco mucho tanta bondad y tanta gratitud, señores. Prefiero ser un cínico consciente de sus derechos que un autómata o una estatua. (…)

(Por qué he robado y otros escritos)

miércoles, 21 de agosto de 2013

Herta Müller


He escrito un libro titulado El hombre es un gran faisán en el mundo. Ése es un giro rumano. En rumano es muy frecuente decir “He vuelto a ser un faisán”, que significa: “He vuelto a fracasar”, “No lo he logrado”. O sea, en rumano el faisán es un perdedor, mientras en alemán es un arrogante fanfarrón. Como se sabe, el faisán es un ave incapaz de volar, vive en el suelo. Cuando empiezas a cazar y todavía no sabes hacerlo bien, cazas faisanes. La presa más fácil, puesto que el faisán no puede escapar. Los rumanos han incorporado ese rasgo a su metáfora. ¿Y cuál han tomado los alemanes para la suya? Las plumas, el plumaje, lo cual es muy superficial. La vida del animal no interesa a la metáfora alemana; a los rumanos les interesa la existencia del ave, y eso me fascina.

Rainer Maria Rilke


Domingo, 8 dic. 07

 Hay muerte en la vida y me extraña que se pretenda ignorarlo: la muerte, cuya implacable presencia sentimos en cada cambio al que sobrevivimos porque hay que aprender a morir lentamente: esa es toda la vida. (...)

 No me avergüenza, Querida, haber llorado otro domingo en la góndola fría y en exceso matinal que daba vueltas y más vueltas, pasando por unos barrios vagamente esbozados que me parecían pertenecer a otra Venecia situada en los limbos. Y la voz del barcaiolo que pedía paso en la esquina de un canal quedaba sin respuesta como ante la muerte. (...)

 Y aún permaneciendo en mi tristeza, soy feliz sintiendo que es usted, Bella; soy feliz por haberme entregado sin miedo a su belleza como un pájaro se entrega al espacio; feliz, Querida, por haber caminado como un verdadero creyente sobre las aguas de nuestra incertidumbre hasta la isla de su corazón donde florecen dolores. 

En fin: feliz. 

 Suyo. R. Maria

(Cartas a una amiga veneciana)

martes, 20 de agosto de 2013

Oliverio Girondo


Exvoto

 A las chicas de Flores

 Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.

 Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.

 Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas —empavesadas como fragatas— van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas.

 Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.

 Buenos Aires, octubre, 1920

 (Veinte poemas para ser leídos en el tranvía)

sábado, 17 de agosto de 2013

Tristan Tzara


La moral ha determinado la caridad y la piedad, dos bolas de sebo que han crecido como elefantes y a las que llamamos buenas.

(Siete manifiestos Dada)

jueves, 8 de agosto de 2013

Paul Gauguin


Invierno de 1886.

 La nieve comienza a caer; es invierno. Quiero ahorraros la descripción: es simplemente la nieve. Los pobres están sufriendo. A menudo no comprenden esto los caseros. 

 En este día de diciembre, en la calle Lépic de nuestra buena ciudad de París, los transeúntes se dan más prisa que de costumbre, pues no tienen deseos de callejear. Entre ellos se encuentra un hombre fantásticamente vestido que, tiritando, se apresura para llegar a los bulevares exteriores. Está envuelto en un sobretodo de piel de oveja con una gorra que es sin duda de piel de conejo, y tiene una hirsuta barba pelirroja. Parece un arriero. 

 No lo miréis por encima; por más frío que haga, no sigáis vuestro camino sin observar cuidadosamente la mano blanca y graciosa y esos ojos azules que son tan claros e infantiles. Es algún pobre mendigo, seguramente. 

 Su nombre es Vincent Van Gogh. 

 Entra apresuradamente en una casa de comercio donde venden herrajes viejos, flechas de salvajes y cuadros al óleo baratos. 

¡Pobre artista! ¡Pusiste un trozo de tu alma en ese cuadro que has venido a vender! 

 Es una pequeña naturaleza muerta, camarones rosados sobre un pedazo de papel rosado. 

 -¿Puede usted darme algo por este cuadro para ayudarme a pagar el alquiler? –pregunta. 

 -¡Dios mío, amigo, mis negocios van mal también! ¡Me piden Millet baratos! Además -agrega el comerciante-, sus cuadros, sabe usted, no son muy alegres. Ahora está de moda el Renacimiento. Bueno, dicen que usted tiene talento y me gustaría ayudarlo. Venga, aquí tiene cinco francos –responde. 

 Y la moneda redonda rueda sobre el mostrador. Van Gogh la toma sin murmurar, da las gracias al comerciante y sale. Recorre penosamente el camino de regreso a la calle Lépic. Cuando ha llegado casi a su alojamiento, una pobre mujer, que acaba de salir de Saint Lazare, sonríe al pintor, esperanzada en su amparo. La hermosa mano blanca sale del sobretodo. Van Gogh es un lector, está pensando en la niña Elisa, y su moneda de cinco francos pasa a ser propiedad de la desgraciada mujer. Rápidamente, como si se avergonzara de su caridad, huye con su estómago vacío. 

 Vendrá el día, lo veo como si ya hubiera llegado. Entro en la sala número 9 de la galería de subastas. Al llegar yo el martillero está vendiendo una colección de cuadros. "Cuatrocientos francos por `Los Camarones Rosados': ¡Cuatrocientos cincuenta! ¡Quinientos! Vamos, señores, vale mucho más que eso". Nadie dice nada. "¡Vendido! "Los Camarones Rosados", por Vincent Van Gogh". 

 (Diario íntimo)

miércoles, 7 de agosto de 2013

Armando Buscarini


Yo soy un triste joven de ardiente sed carnal...

 Yo soy un triste joven de ardiente sed carnal,
 porque, como a Verlaine, me devora ese mal, 
 y busco en los burdeles, sediento de lujuria, 
 las mujeres que calmen mi afrodisíaca furia: 
 esas mujeres, propias mártires de sus vidas, 
 que tienen cadavéricos semblantes de suicidas. 
 Y encuentro en las caricias de esas pobres rameras 
 como un florecimiento de muertas primaveras… 
 Yo soy un triste poeta taciturno 
 a quien embruja el rayo siniestro de Saturno, 
 y en mis íntimas horas de dolor y de anemia 
 voy trazando mis versos que son rezo y blasfemia. 
 Mis poemas son tristes porque triste es mi vida,
 los poemas sin nombre de mi alma dolorida 
 por todos los dolores de mi negra orfandad, 
 en esta vida inquieta de amarga soledad. 

 (Cancionero del arroyo, 1920)

domingo, 4 de agosto de 2013

Oscar Wilde


VIVIAN. (Mientras que entra por la puerta-balcón abierta de la terraza). -Pasa usted demasiado tiempo encerrado en la biblioteca, querido. Hace una tarde magnífica y el aire es tibio. Flota sobre el bosque una bruma rojiza como la flor de los ciruelos. Vayamos a tumbarnos sobre la hierba, nos fumaremos un cigarrillo y gozaremos de la madre Naturaleza. 

 CYRIL. -¡Gozar de la Naturaleza! Antes de nada quiero que sepa que he perdido esa facultad por completo. Dicen las gentes que el Arte nos hace amar aún más a la Naturaleza, que nos revela sus secretos y que una vez estudiados estos concienzudamente, según afirman Corot y Constable, descubrimos en ella cosas que antes escaparon a nuestra observación. A mi juicio, cuanto más estudiamos el Arte, menos nos preocupa la Naturaleza. Realmente lo que el Arte nos revela es la falta de plan de la Naturaleza, su extraña tosquedad, su extraordinaria monotonía, su carácter completamente inacabado. La Naturaleza posee, indudablemente, buenas intenciones; pero como dijo Aristóteles hace ya tiempo que no puede llevarlas a cabo. Cuando miro un paisaje, me es imposible dejar de ver todos sus defectos. 

(Ensayos)

Edgar Allan Poe


Eldorado

Brillantemente ataviado, un galante caballero, 
viajó largo tiempo al sol y a la sombra, 
cantando su canción, a la busca del Eldorado. 

 Pero llegó a viejo, el animoso caballero, y 
sobre su corazón cayó la noche porque en ninguna 
parte encontró la tierra del Eldorado. 

Y al fin, cuando le faltaron las fuerzas, pudo 
hallar una sombra peregrina. —Sombra, —le 
preguntó —¿dónde podría estar esa tierra del 
Eldorado? 

 —«Más allá de las montañas de la Luna, en 
el fondo del valle de las sombras; 
cabalgad, cabalgad sin descanso —respondió la sombra, —si 
buscáis el Eldorado...».

 (Poemas)

sábado, 27 de julio de 2013

François Villon


Los lamentos de la bella armera


Creo estar las quejas oyendo

de la que fue la Bella Armera;

ella querría aún ser joven...

Parece hablar de esta manera:

-¿Por qué tan pronto me venciste,

vejez cruel y traicionera?

-¿Qué me ata que no me hundo el hierro

que esfumaría mis miserias?

Me arrancaste lo que Belleza

me otorgara para que reine

sobre clérigos y eclesiásticos,

sobre señores y burgueses.

No había entonces hombre muy cuerdo

que sus bienes no me cediese

con tal que lo único le diera

que de la puta nunca obtienen.

¡Y a cuántos hombres lo negué

-¡era entonces tan poco sabia!-

por un muchacho más que astuto

a quien encadené mi alma!

Disimulaba con los otros;

¡a él, Dios mío, cuánto lo amaba!

Y me zurraba sin embargo

y me quería por mi plata.

Mas por mucho que me golpeara

yo nunca lo dejé de amar,

y aunque me hubiese dado azotes

el dolor me hacía olvidar

con sólo reclamarme un beso.

Ese demonio, ese truhán

me abrazaba y... ¿Qué guardo de esto?

Vergüenza y pecado, no más.

Hace treinta años que está muerto

y yo, vieja, canosa, sigo.

Cuando me acuerdo de otros tiempos

y desnuda cuando me miro

y me veo tan diferente

(¡qué horrenda soy! ¡qué bella he sido!)

encogida, marchita, flaca,

me tengo rabia porque vivo.

¿Qué se hicieron mi lisa frente ,

mis cejas y cabellos rubios,

mis ojos de mirar travieso

con que atrapaba a los más duros,

esa nariz recta y mi rostro,

mi rostro que ahora en vano busco,

mis orejas blancas y firmes

y mis labios de un rojo puro?

¿Mis hermosos pequeños hombros,

largos brazos y manos finas,

pezones chicos y caderas

altas y sólidas, propicias

para batallas de amor largas

y, sobre todo, eso que hacía

dichoso al hombre entre mis muslos

bajo el jardín que lo escondía?

La frente ajada, blanco el pelo,

apagados los ojos que ayer

lanzaban rientes miradas

al pecho del noble y del burgués,

la nariz corva y las orejas

colgando velludas y también

del rostro huidos los colores

-si labios tiene, no se ven-

¡en eso para la belleza

humana! Manos contraídas,

brazos cortos, varias jorobas

entre los hombros distribuidas,

resecas están ya las tetas,

asco da eso que daba dicha

y los muslos amoratados

antes que muslos son salchichas.

Así juntas nos lamentamos

algunas pobres viejas tontas

sentadas sobre nuestras grupas

y acurrucadas en la sombra

junto a un fuego de pajas malas

que se apaga al viento que sopla.

¡Y en un tiempo fuimos tan bellas!

Así habrá de pasarle a todas.