lunes, 9 de septiembre de 2013

Armando Buscarini


Once años antes de que Armando Buscarini falleciera como consecuencia de una tuberculosis escribió este disparatado testamento dirigido al rey Alfonso XIII bajo la amenaza de su inminente suicidio: 

Señor: 

 Perseguido por las injusticias de la sociedad que me negó el sustento, el trabajo, el cariño y la fama; acorralado por la multitud de enemigos, envidiosos de mi Arte, que se cebaron en mis actos privados para hundir y exterminar mi genialidad y aniquilar los proyectos grandiosos que tenía para el futuro; habiendo sido arrollado y asesinado en el Departamento de Dementes del Hospital Provincial, donde se me secuestró en tal día como hoy, 22 de mayo, por medio de cuatro hombres, y mi señora madre que ayudó a ellos; viéndome perdido completamente, es decir, con vida insegura, puesto que la aguja finísima que colocaron entre el pan taladró el corazón al tomar el camino de un divertículo que en la garganta tenía y que previamente habían observado con los rayos X médicos enemigos y cómplices de mi madre; comprendiendo, en definitiva, que mi situación en el mundo es desesperada puesto que además de vivir con poca vida me veo privado de la libertad, de las comodidades y de los placeres, he decidido eliminarme por medio del ácido prúsico que ingeriré hoy mismo; o, en su lugar, por medio de una cuerda: es decir, ahorcándome. Como el hecho violento que pienso realizar ha de repercutir en todo el país produciendo la natural expectación, espero de Su Majestad el Rey Don Alfonso XIII y de la Reina Doña Victoria Eugenia la completa rehabilitación de mi memoria mancillada, el reconocimiento absoluto de mi talento y condiciones formidables de artista y cincelador de maravillas, por medio de un gran monumento que se erija en una gran plaza pública. (...) 

 Y al mismo tiempo EXIJO de la JUSTICIA HUMANA el encarcelamiento de mis asesinos y la ejecución en público de la persona que colocó la aguja, origen del asesinato de que fui víctima. (...) Se ha robado una especie de Goya literario, a quien deben rendir tributo todos los españoles. (...) 

 Y como no se puede robar nada ni distraer nada al porvenir común, espero la reparación, no sólo por parte de España, sino por parte de todos los países, incluyendo América; y al mismo tiempo deseo que de mis poemas se hagan ediciones soberanas con láminas y cromos de colores; y deseo que se divulguen mis versos por toda la redondez de la tierra, para que de esta manera, traducidos a distintos idiomas, sean conocidos en todas las lenguas. (...) 

 Deseo que mi cadáver vaya envuelto en la bandera española, puesto que yo fui siempre un gran patriota, y deseo, además, que se me digan inmensidad de misas para la completa salvación de mi alma, ya que el hombre, como tal, fue bastante pecador. 

 Valladolid, 20 de mayo de 1930, en el Manicomio Provincial.

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