miércoles, 21 de noviembre de 2012

Woody Allen


"Existen dos tipos de personas, los horrorosos y los miserables. Los horrorosos son los que tienen algún defecto físico, los miserables todos los demás".

lunes, 19 de noviembre de 2012

Johann Peter Frank


"El hambre y las enfermedades están pintadas sobre la frente de toda la clase trabajadora. Se los reconoce a primera vista. Y cualquiera que los haya observado, no llamaría a esas personas un hombre libre, expresión que ha perdido todo su significado". 

(Johann Peter Frank 1745–1821)


 Se me podría recriminar el hacer apología de ideas decimonónicas, que poca o ninguna vigencia tienen en la actualidad, por rescatar del pasado las palabras arriba expuestas. Pero eso sí, arguyendo para ello razones tan fútiles que no haría falta más que una suave ráfaga de viento para derribarlas ipso facto:

Cierto es que la clase obrera de nuestro tiempo rara vez pasa hambre; pero en su defecto, sus miembros, se ahorcan y se tiran por los balcones por no disponer de medios suficientes para hacer frente al pago de sus hipotecas. La sanidad, bien sabido por todos, es pública, y gratuita en los casos de personas desempleadas; por ejemplo. Pero ante un trasplante de hígado, si solo se dispone de un órgano, en primera instancia estará el ciudadano acaudalado; después el asalariado. En definitiva, no creo que se pueda llamar "hombre libre" a alguien que trabaja nueve horas al día por novecientos euros. Y si a ello se le suma la presión que acarrea el saber que si se renuncia al puesto, en la puerta habrá miles de desempleados esperando a cubrir la vacante por un salario menor y unas condiciones más precarias si cabe, no es de extrañar que más de uno medite seriamente sobre el suicidio.

 Que me tilden de loco, pesimista o agitador; pero de ningún modo transigiré, al menos en espíritu, con semejante genocidio contra la clase trabajadora.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Elias Canetti


Los escritores insufribles no tienen que ser, precisamente, aquellos que no atinan con el lenguaje más adecuado para enlazar las palabras con una harmonía celestial, o los que yerran en la gramática; sino los que, aunque escriban como si sus plumas estuviesen guiadas por la mismísima mano del altísimo, carecen de sentimiento alguno; aquellos que en vez de buscar la inspiración en el corazón, la hallan en el raciocinio, en la enmohecida y apestosa lógica de todos los que, lejos de considerarse enfermos, por su condición de mortales, se conceptúan a sí mismos como criaturas elevadas, elegidas para saborear el don de la existencia.

 No esperaba yo, en Canetti, ninguna revelación; quizás debido a los absurdos prejuicios que me incitan a pensar que todo lo enaltecido por el vulgo está vacío, y que solo los desheredados y los malditos tienen algo que decir. Pero tampoco lo que para mi decepción he encontrado en sus Apuntes: una soporífera letanía de reflexiones incuestionables con la vitola del Premio Nobel.

 Se atisba, sin duda, en sus ideas, una inteligencia superior que no deja cabos sueltos a la hora de adentrarse en los oscuros entresijos de la verdad. Pero todo ello con guantes y mascarilla, con asepsia de quirófano, como si de un cirujano se tratase. Y es que no hay nada más mediocre y hastioso que un escritor que no descubra su alma a la hora de empuñar la pluma.

martes, 26 de junio de 2012

Willie Colón & Héctor Lavoe

Walter Serner


Leyendo el “Manual para embaucadores” de Walter Serner no puedo sino acordarme de Newton. Y es que si no fuera porque conozco su trágico final (Serner acabó sus días en un campo de concentración nazi), no me hubieran faltado ganas de volver atrás en el tiempo para encontrarme con él y bajarlo al fangoso terreno de lo humano de una bofetada dialéctica.

 Serner poseía una inteligencia desmesurada y unos modales impecables; pero ambos atributos en nada se hallaban reñidos con la estupidez y el esnobismo que lo asemejaban más al Fantasma de Canterville que al irónico y sagaz literato que pretendió ser.

Este tratado para pícaros y marrulleros posee pasajes inconmensurables, dignos de una genialidad que roza lo insultante. Pero la mayor parte del mismo parece haberla compuesto un taimado adolescente al que la vida sólo ha mostrado su cara más amable; puesto que hace, en sus disertaciones, una ridícula y despiadada criba entre ricos y pobres que lapida cualquier vestigio de intelectualidad en su persona.

En ocasiones, su frivolidad es tal que hasta la mujer más coqueta y superficial vería en él a un adversario más que a un hombre.

 Serner tenía el método, lo conocía a la perfección; pero jamás lo puso en práctica antes de escribir su tratado. No le fue preciso: sus experiencias jamás atravesaron la superficie.

jueves, 21 de junio de 2012

Henri-Frédéric Amiel


He devorado “En torno al diario íntimo” de Amiel en un abrir y cerrar de ojos. Y me sorprende, la verdad; me sorprende porque es un libro introspectivo, repetitivo y lineal. Pero todos esos condicionantes no han sido lo suficientemente fuertes para frenar mi curiosidad sobre las reflexiones de este gris personaje que, en el mejor de los casos, vivió para el fantasma de la vanidad, una vanidad opaca, hipócrita y fatigosa.

En nada se emparenta su penosa filosofía con mi angustioso y visceral modo de interpretar la vida. Intuyo en sus palabras el carácter de un hombre engreído por la sensación de superioridad que produce la elusión del pecado, y no hallo atisbo alguno de nobleza en su intachable verborrea. Sin embargo, en sus reflexiones se adivina una inteligencia exquisita, un manjar digno del Olimpo.

 Nos guste o no, lo que en realidad llama al espíritu, lo que lo atrae a las llamas del deseo es lo frío, lo concienzudamente meditado; todo aquello que adivinemos de una pasta superior a la nuestra. Todo lo que sea capaz de erradicar, en su vasto interior, cualquier vestigio de debilidad respecto al resto; y Amiel, en este contexto demuestra su fortaleza aislándose del mundo y refugiándose en su diario. Está solo, solo y maldito en su triste, casto y gris universo de egolatría.

sábado, 21 de abril de 2012

Friedrich Hölderlin


El consenso público

  "¿No es más bella la vida de mi corazón desde que amo? ¿Por qué me distinguíais más cuando yo era más arrogante y arisco, más locuaz y más vacío? ¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza, las almas serviles sólo respetan lo violento. Únicamente creen en lo divino aquellos que también lo son".

 Versión de Federico Gorbea

martes, 3 de enero de 2012

Genialidad y mediocridad

Entropía.

Woody Allen: "No poder volver a meter la pasta de dientes en el tubo".

RAE: Fís. "Medida del desorden de un sistema. Una masa de una sustancia con sus moléculas regularmente ordenadas, formando un cristal, tiene entropía mucho menor que la misma sustancia en forma de gas con sus moléculas libres y en pleno desorden".