miércoles, 21 de agosto de 2013
Rainer Maria Rilke
Domingo, 8 dic. 07
Hay muerte en la vida y me extraña que se pretenda ignorarlo: la muerte, cuya implacable presencia sentimos en cada cambio al que sobrevivimos porque hay que aprender a morir lentamente: esa es toda la vida. (...)
No me avergüenza, Querida, haber llorado otro domingo en la góndola fría y en exceso matinal que daba vueltas y más vueltas, pasando por unos barrios vagamente esbozados que me parecían pertenecer a otra Venecia situada en los limbos. Y la voz del barcaiolo que pedía paso en la esquina de un canal quedaba sin respuesta como ante la muerte. (...)
Y aún permaneciendo en mi tristeza, soy feliz sintiendo que es usted, Bella; soy feliz por haberme entregado sin miedo a su belleza como un pájaro se entrega al espacio; feliz, Querida, por haber caminado como un verdadero creyente sobre las aguas de nuestra incertidumbre hasta la isla de su corazón donde florecen dolores.
En fin: feliz.
Suyo. R. Maria
(Cartas a una amiga veneciana)
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