sábado, 24 de agosto de 2013

Emil Michel Cioran


Vergüenza, vergüenza, vergüenza. Disputa con un comerciante, a propósito de una bombona de butano. Lo amenazo, me enfurezco de tal forma que no puedo gesticular palabra, grito, tiemblo. Y tan desatado estoy que ni alcanzo a contemplarme, a “ser consciente” de mi estado, contrariamente a lo que me sucede en mis cóleras habituales, en las que me veo salirme con la mía. 

 Pero bien sé lo que me ha puesto fuera de mí: ese comerciante al que detesto desde hace mucho, aunque no me lo haya topado más que tres o cuatro veces en total, a ese comerciante, lo noté contento de no darme la razón.

(Cuadernos / Fragmentos del 1801 al 1820)

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