Un elefante, por ejemplo, vive en perfecta armonía con la naturaleza; en un nirvana imperturbable. Buda quería equipararnos a ellos, o a cualquier otro ser vivo. ¡Qué insensatez! Sus pretensiones equivaldrían a pedirle a un loco que dejara de pensar en la luna; a exigirle al grajo que dance con la majestuosidad del cisne.
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