sábado, 31 de agosto de 2013

Jacques Rigaut


"La gente no sabe lo que se dice. No hay ninguna razón para vivir, pero tampoco la hay para morir. La única manera que se nos concede para atestiguar nuestro desdén por la vida es aceptarla. La vida no merece la pena que nos tomemos el trabajo de abandonarla. (...)"

 "(...) Acabo de acostarme, después de una velada donde mi aburrimiento no había sido más asediante que el de otras noches. Tomé la decisión y, al mismo tiempo, lo recuerdo muy claramente, articulé la única razón: ¡Y luego, zas! Me levanté y fui a buscar la única arma de la casa, un pequeño revólver comprado por uno de mis abuelos, cargado de balas tan viejas como él. (En seguida se comprenderá por qué insisto en este detalle.) Durmiendo desnudo en la cama, estaba desnudo en mi habitación. Hacía frío. Me apresuré a esconderme bajo las mantas. Levanté el percusor, sentía el frío del acero en mi boca. Es verosímil que en aquel momento sintiera latir el corazón, como lo sentía latir al oír el silbido de un obús antes de que explotara, como en presencia de lo irreparable antes de consumarse. Apreté el gatillo, el percusor bajó, el tiro no había salido. Entonces dejé el arma sobre una mesita, probablemente riendo algo nerviosamente. Diez minutos después, dormía. Creo que acabo de hacer una observación bastante importante, tanto que, naturalmente, es lógico que ni durante un instante pensara en disparar una segunda bala. Lo que importaba, era haber tomado la decisión de morir, y no que muriese". 

 (Agencia general del suicidio)

viernes, 30 de agosto de 2013

Voltaire


Hay que seguir corrigiéndose aunque tenga uno ochenta años. No me gustan los viejos que dicen: ya tengo esa costumbre. ¡Pues bueno, viejo chalado, cámbiala por otra, rehace tus versos si los has escrito y tu mal humor si lo tienes! Combatamos contra nosotros mismos hasta el último momento.

 (Al Cardenal de Bernis, 21 julio 1762)

jueves, 29 de agosto de 2013

Dylan Thomas


Me gusta escribir la palabra "sangre". Es un tipo curioso de palabra; significa demencia, entre otras cosas. El empleo frecuente de la misma forma parte de mi inclinación mental.

 (En una entrevista realizada por Harvey Breit)

miércoles, 28 de agosto de 2013

Antony Beevor


El Fuhrer nos hizo la firme promesa de sacarnos de aquí; nos lo leyó y creímos en ello firmemente. Incluso ahora aún lo creo, porque he de creer en algo. Si no es cierto ¿en qué otra cosa podría creer? Dentro de poco no tendré necesidad de primavera, verano o de algo agradable. Por lo que, abandóname a mi destino, querida Greta; toda mi vida, al menos ocho años de ella, creí en el Fuhrer y su palabra. Es terrible como dudan aquí, y vergonzoso escuchar lo que dicen sin poder responder, porque los hechos están de su parte. 

En enero cumplirás veintiocho. Eso es ser aún muy joven para una mujer guapa, y me gustaría poderte decir este cumplido una y otra vez. Me echarás mucho de menos, pero incluso así, no te aísles. Deja pasar unos meses, pero no más. Gertrud y Claus necesitan un padre. No olvides que debes vivir para los niños y no les hables demasiado de su padre. Los niños olvidan pronto, especialmente a esa edad. Fíjate bien en el hombre que elijas, toma nota de sus ojos y de la presión de su apretón de manos, como fue nuestro caso, y no te equivocarás. Pero sobre todo, anima a los niños a ser personas rectas que puedan llevar la cabeza bien alta y mirar a todo el mundo directamente a los ojos. Te escribo estas líneas apenado. No me creerías si te dijera que ha sido fácil, pero no te preocupes. No me asusta lo que se avecina. Repítete a ti misma y a los niños cuando sean mayores que su padre nunca fue un cobarde, y que ellos nunca deben serlo.

(Las últimas cartas de Stalingrado)

lunes, 26 de agosto de 2013

Miguel Torga


Desesperación, desesperación y más desesperación. Muy bien. Pero es necesario que una vez agotado el cáliz de la amargura, venga la borrachera de la esperanza.

(Canto libre del Orfeo rebelde)

sábado, 24 de agosto de 2013

Emil Michel Cioran


Vergüenza, vergüenza, vergüenza. Disputa con un comerciante, a propósito de una bombona de butano. Lo amenazo, me enfurezco de tal forma que no puedo gesticular palabra, grito, tiemblo. Y tan desatado estoy que ni alcanzo a contemplarme, a “ser consciente” de mi estado, contrariamente a lo que me sucede en mis cóleras habituales, en las que me veo salirme con la mía. 

 Pero bien sé lo que me ha puesto fuera de mí: ese comerciante al que detesto desde hace mucho, aunque no me lo haya topado más que tres o cuatro veces en total, a ese comerciante, lo noté contento de no darme la razón.

(Cuadernos / Fragmentos del 1801 al 1820)

jueves, 22 de agosto de 2013

Alexandre M. Jacob


(…) Antes que verme enclaustrado en una fábrica, como en una cárcel, antes que mendigar aquello a lo que tengo derecho, he preferido sublevarme y combatir metro a metro a mis enemigos, haciendo la guerra a los ricos, atacando sus bienes. Cierto, puedo concebir que ustedes habrían preferido que yo me sometiera a sus leyes; que, como obrero dócil y acobardado, hubiera creado riquezas a cambio de un salario irrisorio y, cuando mi cuerpo estuviese gastado y mi cerebro embrutecido, me hubiera ido a morir a una esquina de la calle. Entonces no me llamarían «bandido cínico», sino «honrado trabajador». Valiéndose de la adulación, ustedes me habrían otorgado incluso una medalla al trabajo. Los curas prometen un paraíso a sus estafados; ustedes son menos abstractos y por eso ofrecen un trozo de papel mojado. Les agradezco mucho tanta bondad y tanta gratitud, señores. Prefiero ser un cínico consciente de sus derechos que un autómata o una estatua. (…)

(Por qué he robado y otros escritos)

miércoles, 21 de agosto de 2013

Herta Müller


He escrito un libro titulado El hombre es un gran faisán en el mundo. Ése es un giro rumano. En rumano es muy frecuente decir “He vuelto a ser un faisán”, que significa: “He vuelto a fracasar”, “No lo he logrado”. O sea, en rumano el faisán es un perdedor, mientras en alemán es un arrogante fanfarrón. Como se sabe, el faisán es un ave incapaz de volar, vive en el suelo. Cuando empiezas a cazar y todavía no sabes hacerlo bien, cazas faisanes. La presa más fácil, puesto que el faisán no puede escapar. Los rumanos han incorporado ese rasgo a su metáfora. ¿Y cuál han tomado los alemanes para la suya? Las plumas, el plumaje, lo cual es muy superficial. La vida del animal no interesa a la metáfora alemana; a los rumanos les interesa la existencia del ave, y eso me fascina.

Rainer Maria Rilke


Domingo, 8 dic. 07

 Hay muerte en la vida y me extraña que se pretenda ignorarlo: la muerte, cuya implacable presencia sentimos en cada cambio al que sobrevivimos porque hay que aprender a morir lentamente: esa es toda la vida. (...)

 No me avergüenza, Querida, haber llorado otro domingo en la góndola fría y en exceso matinal que daba vueltas y más vueltas, pasando por unos barrios vagamente esbozados que me parecían pertenecer a otra Venecia situada en los limbos. Y la voz del barcaiolo que pedía paso en la esquina de un canal quedaba sin respuesta como ante la muerte. (...)

 Y aún permaneciendo en mi tristeza, soy feliz sintiendo que es usted, Bella; soy feliz por haberme entregado sin miedo a su belleza como un pájaro se entrega al espacio; feliz, Querida, por haber caminado como un verdadero creyente sobre las aguas de nuestra incertidumbre hasta la isla de su corazón donde florecen dolores. 

En fin: feliz. 

 Suyo. R. Maria

(Cartas a una amiga veneciana)

martes, 20 de agosto de 2013

Oliverio Girondo


Exvoto

 A las chicas de Flores

 Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.

 Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.

 Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas —empavesadas como fragatas— van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas.

 Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.

 Buenos Aires, octubre, 1920

 (Veinte poemas para ser leídos en el tranvía)

sábado, 17 de agosto de 2013

Tristan Tzara


La moral ha determinado la caridad y la piedad, dos bolas de sebo que han crecido como elefantes y a las que llamamos buenas.

(Siete manifiestos Dada)

jueves, 8 de agosto de 2013

Paul Gauguin


Invierno de 1886.

 La nieve comienza a caer; es invierno. Quiero ahorraros la descripción: es simplemente la nieve. Los pobres están sufriendo. A menudo no comprenden esto los caseros. 

 En este día de diciembre, en la calle Lépic de nuestra buena ciudad de París, los transeúntes se dan más prisa que de costumbre, pues no tienen deseos de callejear. Entre ellos se encuentra un hombre fantásticamente vestido que, tiritando, se apresura para llegar a los bulevares exteriores. Está envuelto en un sobretodo de piel de oveja con una gorra que es sin duda de piel de conejo, y tiene una hirsuta barba pelirroja. Parece un arriero. 

 No lo miréis por encima; por más frío que haga, no sigáis vuestro camino sin observar cuidadosamente la mano blanca y graciosa y esos ojos azules que son tan claros e infantiles. Es algún pobre mendigo, seguramente. 

 Su nombre es Vincent Van Gogh. 

 Entra apresuradamente en una casa de comercio donde venden herrajes viejos, flechas de salvajes y cuadros al óleo baratos. 

¡Pobre artista! ¡Pusiste un trozo de tu alma en ese cuadro que has venido a vender! 

 Es una pequeña naturaleza muerta, camarones rosados sobre un pedazo de papel rosado. 

 -¿Puede usted darme algo por este cuadro para ayudarme a pagar el alquiler? –pregunta. 

 -¡Dios mío, amigo, mis negocios van mal también! ¡Me piden Millet baratos! Además -agrega el comerciante-, sus cuadros, sabe usted, no son muy alegres. Ahora está de moda el Renacimiento. Bueno, dicen que usted tiene talento y me gustaría ayudarlo. Venga, aquí tiene cinco francos –responde. 

 Y la moneda redonda rueda sobre el mostrador. Van Gogh la toma sin murmurar, da las gracias al comerciante y sale. Recorre penosamente el camino de regreso a la calle Lépic. Cuando ha llegado casi a su alojamiento, una pobre mujer, que acaba de salir de Saint Lazare, sonríe al pintor, esperanzada en su amparo. La hermosa mano blanca sale del sobretodo. Van Gogh es un lector, está pensando en la niña Elisa, y su moneda de cinco francos pasa a ser propiedad de la desgraciada mujer. Rápidamente, como si se avergonzara de su caridad, huye con su estómago vacío. 

 Vendrá el día, lo veo como si ya hubiera llegado. Entro en la sala número 9 de la galería de subastas. Al llegar yo el martillero está vendiendo una colección de cuadros. "Cuatrocientos francos por `Los Camarones Rosados': ¡Cuatrocientos cincuenta! ¡Quinientos! Vamos, señores, vale mucho más que eso". Nadie dice nada. "¡Vendido! "Los Camarones Rosados", por Vincent Van Gogh". 

 (Diario íntimo)

miércoles, 7 de agosto de 2013

Armando Buscarini


Yo soy un triste joven de ardiente sed carnal...

 Yo soy un triste joven de ardiente sed carnal,
 porque, como a Verlaine, me devora ese mal, 
 y busco en los burdeles, sediento de lujuria, 
 las mujeres que calmen mi afrodisíaca furia: 
 esas mujeres, propias mártires de sus vidas, 
 que tienen cadavéricos semblantes de suicidas. 
 Y encuentro en las caricias de esas pobres rameras 
 como un florecimiento de muertas primaveras… 
 Yo soy un triste poeta taciturno 
 a quien embruja el rayo siniestro de Saturno, 
 y en mis íntimas horas de dolor y de anemia 
 voy trazando mis versos que son rezo y blasfemia. 
 Mis poemas son tristes porque triste es mi vida,
 los poemas sin nombre de mi alma dolorida 
 por todos los dolores de mi negra orfandad, 
 en esta vida inquieta de amarga soledad. 

 (Cancionero del arroyo, 1920)

domingo, 4 de agosto de 2013

Oscar Wilde


VIVIAN. (Mientras que entra por la puerta-balcón abierta de la terraza). -Pasa usted demasiado tiempo encerrado en la biblioteca, querido. Hace una tarde magnífica y el aire es tibio. Flota sobre el bosque una bruma rojiza como la flor de los ciruelos. Vayamos a tumbarnos sobre la hierba, nos fumaremos un cigarrillo y gozaremos de la madre Naturaleza. 

 CYRIL. -¡Gozar de la Naturaleza! Antes de nada quiero que sepa que he perdido esa facultad por completo. Dicen las gentes que el Arte nos hace amar aún más a la Naturaleza, que nos revela sus secretos y que una vez estudiados estos concienzudamente, según afirman Corot y Constable, descubrimos en ella cosas que antes escaparon a nuestra observación. A mi juicio, cuanto más estudiamos el Arte, menos nos preocupa la Naturaleza. Realmente lo que el Arte nos revela es la falta de plan de la Naturaleza, su extraña tosquedad, su extraordinaria monotonía, su carácter completamente inacabado. La Naturaleza posee, indudablemente, buenas intenciones; pero como dijo Aristóteles hace ya tiempo que no puede llevarlas a cabo. Cuando miro un paisaje, me es imposible dejar de ver todos sus defectos. 

(Ensayos)

Edgar Allan Poe


Eldorado

Brillantemente ataviado, un galante caballero, 
viajó largo tiempo al sol y a la sombra, 
cantando su canción, a la busca del Eldorado. 

 Pero llegó a viejo, el animoso caballero, y 
sobre su corazón cayó la noche porque en ninguna 
parte encontró la tierra del Eldorado. 

Y al fin, cuando le faltaron las fuerzas, pudo 
hallar una sombra peregrina. —Sombra, —le 
preguntó —¿dónde podría estar esa tierra del 
Eldorado? 

 —«Más allá de las montañas de la Luna, en 
el fondo del valle de las sombras; 
cabalgad, cabalgad sin descanso —respondió la sombra, —si 
buscáis el Eldorado...».

 (Poemas)